El maestro contaba una moraleja al
finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el
significado de la misma.
-Maestro, tú nos cuentas leyendas,
historias y relatos que, supuestamente, pasaron en otro lugar y en
otro tiempo, pero nunca nos revelas totalmente su significado. Luego
nos hablas de cosas que quizás tengan que ver con ese cuento, o las
relacionas con él. Y eso no debería ser así.
-Pido perdón por eso -se disculpó el
maestro-. Permitidme que en señal de reparación os invite a un
jugoso melocotón.
-Gracias señor.
-Quisiera, para agasajaros aún más,
pelaros el melocotón yo mismo ¿me dais permiso para hacerlo?
-Adelante, adelante.
-¿Os importaría que, ya que tengo en
mi mano el cuchillo, os lo cortara en trozos y que fuera más fácil
coméroslo?
-Nos encantaría pero no queremos
abusar de su generosidad, maestro.
-No es abuso si es cortesía mía. Sólo
deseo complaceros. Permitidme también que lo mastique antes de
dároslo.
-No maestro, eso no debería de ser así
-replicó uno de ellos.
-El maestro guardó silencio.
-Si yo, dejándome llevar por mi
entusiasmo, os explicara el sentido que cada cuento tiene para mí,
sería como daros a comer el melocotón masticado.
Autor desconocido.
Todos los recursos están dentro de ti, ¿qué vas a hacer para activarlos?
Ana María Rodríguez Novoa